viernes, 24 de mayo de 2013

LEARNING FROM THE MASTER II: Gabriel García Márquez.

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Si Dumas logró hacerlo, ¿por qué nosotros no?

1. Para escribir uno tiene que estar convencido de que es mejor que Cervantes; si no, uno acaba siendo peor de lo que en realidad es. Hay que apuntar alto y tratar de llegar lejos. Y hay que tener criterio, y por supuesto valor para tachar lo que haya que tachar y para oír opiniones y reflexionar seriamente sobre ellas.

2. No hay nada peor que estirar una historia arbitrariamente. [...] Si no puedes contar la historia en una cuartilla, resumirla en una cuartilla, entonces da por seguro que a esa historia le sobra o le falta algo.

3. Una vomitadita, en medio de una comedia, tampoco viene mal. [...] Cuando uno está trabajando en la estructura, puede olvidarse del género momentáneamente. El tono se ajusta después.

4. La estructura: [...] primero tenemos que hacer el corral para que no se nos salga el ganado.

5. Hay que tener fe en cualquier imagen original, que le diga algo a uno; si dice algo, casi siempre es porque encierra algo.

6. Nuestra tarea no consiste tanto en armar una historia [...] como en ser capaces de examinar el proceso mediante el cual se hace una historia. Lo que siempre sirve es la búsqueda. Es buscando la historia como se encuentra el método.

7. Cierto que la estructura no es la historia, pero es lo que impide que la historia se desagüe o desquicie.

8. Me ducho, desayuno, voy al estudio y me siento a trabajar sin interrupción, hasta las dos y media o las tres de la tarde. Pero desde el momento en que apago la computadora y me levanto, no pienso más en eso hasta el otro día. Si uno no lo hace así, si sigue dándole vueltas al asunto en la cabeza, al día siguiente está cansado, y se aburre, y siente que la historia se le empantana y que ya no sabe cómo seguir. ¿Eso encaja aquí?... No, mejor pongo esto por acá... Habrá quien trabaje todo el día y no se canse, pero yo me pregunto: ¿y vale la pena? ¿El resultado justifica que uno se pase todo el tiempo en eso?

9. Si uno tiene una buena historia, que puede ser contada de manera clara y sencilla, debe evitar la tentación de complicarla.


10. No importa que la historia sea increíble: lo importante es que creamos en ella.

11. Solo puedes hacer lo que quieras dentro de la lógica que tú mismo te impones. Es como el ajedrez. ¿Por qué el alfil se mueve de costado? Porque lo hemos convenido y aceptado previamente. A partir de ahí, la pieza ya no puede moverse de otra forma.

12. Aquí no venimos a hacer obras maestras, sino a aprender la carpintería del oficio, a ver cómo se construye una historia imaginaria. Clavo a clavo. Martillazo a martillazo.

13. Uno no debe escribir sobre lo que no conoce o no siente como algo personal. 

14. Los distintos niveles de la historia -dramatúrgicos, técnicos, estilísticos, de tono...- tienen que ser coherentes entre sí.

15. ¿Qué importa que el cuento cambie, si es para bien?

16. No estoy hablando de leyes dramatúrgicas, sino de trucos narrativos: cuando uno llega a un punto muy alto, desde donde resulta imposible seguir subiendo, lo mejor que uno puede hacer es empezar de nuevo, recorrer otra vez todo el trayecto, desde abajo.

17. Porque la inventiva de la realidad no tiene límites. En cambio, las situaciones dramáticas se agotan rápidamente; no hay treinta y seis, sino tres grandes situaciones dramáticas: la Vida, el Amor y la Muerte. Todas las demás caben ahí.

18. No hay verdadera creación sin riesgo y por lo tanto sin una cuota de incertidumbre. Yo nunca vuelvo a leer mis libros después que se editan, por temor a encontrarles defectos que pueden haber pasado inadvertidos. Cuando veo la cantidad de ejemplares que se venden y las lindezas que dicen los críticos, me da miedo descubrir que todos están equivocados -críticos y lectores- y que el libro, en realidad, es una mierda. Es más -lo digo sin falsa modestia-, cuando me enteré de que me habían dado el Premio Nobel, mi primera reacción fue pensar: "¡Coño, se lo creyeron! ¡Se tragaron el cuento!". Esa dosis de inseguridad es terrible pero al mismo tiempo necesaria para hacer algo que valga la pena. Los arrogantes que lo saben todo, que nunca tienen dudas, se dan unos frentazos, mueren de eso.


*Gabriel García Márquez, Cómo se escribe un cuento. E.I.C.T.V. - Ollero & Ramos Editores, Madrid, 1996.


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